La Psicoterapia

La psicoterapia se dirige a objetivos concretos de la vida, del mundo de uno y los objetivos que una o un terapeuta le propone a uno, son levantados desde las necesidades más urgentes y concretas, aunque esto pueda implicar abrir temas menos atingentes, pero igual de encadenados al problema.

Frecuentemente se dice “y me vino la crisis”, “se me apretó el pecho”, “me quedo en blanco”, “perdí la cabeza”, para tratar de explicar algo que nos pasa, que sentimos y que nos despierta una confusión, una duda, un dolor o un miedo profundo, un “sentir-se” que se convierte en un verdadero problema para la vida de uno.

Es un tipo de problema específico, que concierne a la vida propia, a la vida de uno y que está relacionado en lo más íntimo con los sentimientos y emociones de uno.

Es un problema vital.

Los objetivos cotidianos como mantener un trabajo, una casa, una familia se ven amenazados cuando uno está como “sin salida” de esta manera de sentir. La psicoterapia es una ayuda a este tipo de problemas. A veces, nuestra manera de sentir se vuelve una traba para conseguir nuestros objetivos y, a veces, de plano, no nos deja cumplir con nuestras responsabilidades más importantes, como cumplir con el horario, con el trabajo que se ha confiado a uno, con la dedicación que nos reclama y merece nuestra familia.

Se interpone a tal punto que debo hacerme cargo de mi propia manera de sentir y buscar una solución o “se acaba”; algo termina. El matrimonio, el contrato, un lazo íntimo de amor o simplemente la pura tranquilidad de alma, despojarme de una atadura, de una carga. Algo está puesto en juego de nuestro bienestar y debo resolver “yo” el tema.

Un psicoterapeuta, es alguien con quien uno elige compartir este problema.
Mediante una conversación, uno muestra el problema, exponiendo parte de su intimidad con el terapéuta.

El psicoterapeuta, mediante preguntas, se interna en la intimidad de este problema, se interna en cómo este problema es un problema real para la intimidad del “sentir-se” de uno.

Dar vueltas en torno a un mismo asunto, es decir conversar, es una de las actividades más cotidianas de la vida y la psicoterapia no está fuera de esa vida diaria.

En este sentido, la práctica de la psicoterapia, esta conversación, se lleva a cabo en un ambiente de calidez y respeto, donde la persona se puede sentir acogida en medio de los problemas de la vida cotidiana. Esta conversación profundiza en los aspectos de este problema que le indican a uno los componentes comportamentales, emocionales e históricos que configuran su sufrimiento, su dolor, su miedo, su confusión.

El terapéuta busca ahí donde una no se puede mirar a sí misma, donde la persona no había pensado en buscar la causa de su propio problema. Esto puede implicar reconocer orígenes y aspectos del problema, que lo conectan con la propia forma de vivir y esto a su vez implica tener que ponerse a uno mismo en la posición de enfrentar esta forma de vivir, asumirla e introducir un cambio en la vida. Este “enfrentar “ y “cambio” pueden llegar a ser dolorosos, y la psicoterapia se vuelve un proceso intenso, a pesar de la calidez y el respeto.

En este sentido, la psicoterapia no es un “lugar feliz”, de relajo o distensión. Es más bien un lugar de ejercicio, un trabajo que implica un esfuerzo para uno, se torna un camino que se recorre en conjunto con la terapéuta y esta me acompaña a recorrer, mediante sus preguntas e interpretaciones a la vida de su consultante.

En este sentido, el o la terapeuta es una profesional psicóloga que pone en juego sus conocimientos para formular sus preguntas y para “co-construir” objetivos de trabajo asumibles por uno en sus propias manos. De la mano de un método, el terapeuta lo guía a uno por un camino hacia la revisión de la vida cotidiana; “nada del otro mundo”.

El tema del trabajo cuando uno está en psicoterapia, es el propio mundo y por esto la psicoterapia está orientada por los problemas concretos del mundo propio.

Se trata de dejar de hacer o decir algo, a veces se trata de comenzar a hacer algo. Pero “algo” en concreto, es decir, dejar de decir esa palabra que cambia el curso de la discusión con mi pareja, de dejar de tener este pensamiento cada vez que quiero zanjar un tema, o dejar de comer cada vez que siento esto o lo otro… y también: comenzar a decir, comenzar a “poner límites” a la persona que siento que me invade, terminar un relación, recomenzar una relación… La psicoterapia se dirige a objetivos concretos de la vida, del mundo de uno y los objetivos que una o un terapeuta le propone a uno, son levantados desde las necesidades más urgentes y concretas, aunque esto pueda implicar abrir temas menos atingentes, pero igual de encadenados al problema.

Así, la psicoterapia como práctica humana genuina, busca ofrecerle a la persona que consulta una resolución a su sufrimiento, que le sea accesible a la persona misma, una solución que esté a su alcance y que le resulte en un asunto palpable que pueda llevar a cabo en su vida, que lo pueda hacer real en su vida.

Acompañándolo en este camino, cargando juntos el peso de la vida de uno, en un espacio de intimidad y calidez encontrar la libertad del dolor.

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