
Los trastornos de la conducta alimentaria o TCA, muchas veces se han mal entendido como un problema de voluntad, malos hábitos o una obsesión con la apariencia física, la comida y el peso. Sin embargo, esta concepción está lejos de la realidad.
Los trastornos de la conducta alimentaria o TCA, muchas veces se han mal entendido como un problema de voluntad, malos hábitos o una obsesión con la apariencia física, la comida y el peso. Sin embargo, esta concepción está lejos de la realidad. Los trastornos alimentarios son enfermedades psiquiátricas complejas, multifactoriales, que se caracterizan por el desarrollo de una relación compleja con la comida, que genera sufrimiento a quien la padece. Los trastornos alimentarios pueden afectar a todas las personas, sin embargo afectan más a jóvenes y adolescentes, generalmente mujeres, y tienen consecuencias graves para la salud física y mental de quienes los padecen.
Lo central en estos trastornos, es que el cuerpo se convierte en un medio para lidiar con los conflictos que nos producen las relaciones con los demás. En nuestras vidas, todos nos vemos afectados de una manera u otra por otros significativos, a veces son peleas o discusiones y muchas veces es sólo la manera de sentirnos al relacionarnos con alguien es lo que nos afecta. Las personas que padecen TCA encuentran la manera de mediar las emociones (el dolor, rabia, pena, invalidación, rechazo, etc…) que experimentamos en las relaciones con otros, a través del cuerpo.
De esta manera, el cuerpo se convierte en el foco de atención, que, a través del sentir hambre, del estómago lleno de comida, del acto de vomitar o incluso de hacer ejercicio extenuante, la persona encuentra una manera de manejar esas emociones difíciles. Por otra parte, el cuerpo y el peso también son utilizados como una manera de establecer una relación con uno mismo, esto puede sentirse como una meta que siempre me mantiene orientado y ocupado a algo, puede sentirse como un garante de validación por parte del otro, como un escudo contra posibles críticas o rechazos, o bien, como una promesa de felicidad y bienestar que está siempre por ser alcanzada, etc… Así, en este tipo de trastornos el tema del peso y el cuerpo se tornan inmensamente relevantes, donde la imagen corporal también juega un rol central, sin embargo, cabe destacar que al contrario de lo que muchas veces se piensa, los TCA no son trastornos donde la imagen corporal está distorsionada, lo que se distorsiona es la significatividad que la persona le atribuye.
Un aspecto importante de estos trastornos es su cronicidad, al afectar la relación que la persona mantiene con la comida, si no es manejado a tiempo su desarrollo puede tender a cronificarse, volviéndose parte de la disposición con la que la persona se desenvuelve en su vida. Así, no es raro ver que una persona que desarrolla una anorexia puede transitar a una bulimia o a un trastorno por atracón a lo largo de su vida. Debido a la cronicidad y complejidad de estos trastornos es que se vuelve muy importante un diagnóstico temprano de la enfermedad, lo cual presenta un desafío importante debido a que, en general quienes padecen este tipo de trastorno lo esconden, relativizan o minimizan frente a otros, ya sea por vergüenza o porque el recurrir a ciertas conductas alimentarias se ha convertido parte de su identidad, la cual se ve amenazada ante la posibilidad de tratamiento.
Otro factor que colabora a que estos trastornos se mantengan en silencio es la normalización que existe socialmente acerca de estos temas, hoy en día el contexto en el que vivimos normaliza las dietas extremas, el fanatismo por la delgadez como el único ideal estético, el bombardeo de los medios de comunicación con esta imagen, lo cual genera una enorme presión que sobre las personas, en especial las mujeres, por calzar dentro de estos cánones que resultan inalcanzables para la mayoría; todo esto termina generando una insatisfacción corporal generalizada y sobre todo normalizada
